Lo primero que llama la atención del viajero que se acerca a Albalate del Arzobispo es su monumental castillo. Construido sobre un promontorio, el Castillo Arzobispal parece estar vigilando los movimientos de foráneos y lugareños y es que, posiblemente, esa fuera su función primera. Se cree que, en origen, pudo constituir un punto fortificado musulmán. Hoy, sin embargo, el visitante tiene ante sus ojos una joya del gótico aragonés.
La centenaria tradición religiosa de la comarca del Bajo Martín, donde se ubica Albalate del Arzobispo, se ha plasmado arquitectónicamente en las diversas iglesias, ermitas y santuarios que salpican este pueblo lleno de vida animada y gentes amables. La Iglesia de la Asunción (siglo XVI), una bella obra gótico-renacentista, se sitúa a espaldas del castillo, en la Plaza de la Iglesia rodeada de casas con fachada estrecha, esta plaza constituye el centro de la villa. Lo mejor es tomar esta plaza, donde también se halla el ayuntamiento, como punto de partida del recorrido.
De la Plaza de la Iglesia salen dos calles. Tomando la que va hacia el río Martín, llegamos a la Ermita de San José, construida en el siglo XVIII. El paseo hasta allí (hay que cruzar el río) vale la pena. No sólo la bella y decorada cúpula de la ermita merece un vistazo, a su lado se halla una importante Necrópolis Cristiano-Medieval muy interesante.
Quizá sobrevolado por algún alimoche o por un buitre leonado, especies que viven entre los abruptos y espectaculares paisajes naturales que rodean el pueblo, el viajero puede volver callejeando hasta la Plaza de la Iglesia. Desde allí, tomando la otra calle que sale de la plaza, se llega al portal de la Virgen de Arcos, vestigio de la antigua muralla. Antiguamente, las puertas que se abrían en los muros se convertían en pequeños santuarios de advocación a distintos santos, considerados protectores de la villa. Intramuros, en el mismo lugar donde se halla la hornacina de la Virgen de Arcos. está la capilla de Santo Domingo.
No lejos de allí, se puede visitar la antigua almazara, un viejo molino de aceite. Junto con el queso, los embutidos, el vino y el melocotón, el aceite de oliva destaca entre los productos naturales que ofrece esta región.
Pero esto no es todo. Además están los paisajes. Si no hay tiempo para pasear por el espectacular entorno natural de la comarca y visitar las numerosas pinturas rupestres que hay por la zona, el visitante puede conformarse con la fabulosa vista panorámica que ofrece el mirador situado en la ermita del Santo Sepulcro del Calvario.
El barroco santuario de la Virgen de Arcos está a 12 kilómetros del pueblo. Emplazado en una roca alargada en forma de espolón, se puede llegar a él cogiendo la carretera que une Albalate con Ariño. El río Martín ha formado un hermoso cañón donde, en época prehistórica, se situaron lugares de ceremonia o reunión. Singulares pinturas rupestres han sobrevivido resguardadas en abrigos y cuevas. Cerca del santuario de la Virgen de Arcos se pueden visitar las pinturas de Los Chaparros y Los Estrechos, que se realizaron entre el año 6.000 y el 1.500 a.c.
Para no perder detalle de la cultura de Albalate, desde hace unos años está abierto al público el Centro de Interpretación de la Cultura Popular. Una exposición recorre la tradición oral y las manifestaciones de este pueblo que espera la llegada del viajero que recorra sus calles y callejuelas, trazadas sobre una ladera, donde se esconden edificaciones escalonadas, casas solariegas, galerías abiertas o pasadizos con arcos.